DONDE
SE CUENTA LA HISTORIA DE LA LLEGADA A DISBER, DE VICENTE
Era
un dia mas, pero esperábamos una visita que cambiaría el curso de
todos nosotros . Cuando toco la hora; al compás de la agradable
mañana iban las guerreras, vestidas con ropas del castillo Disber,
modo que, sin impedirlo por entre ellas se descubría un hermosísimo
rostro de doncella, y las muchas luces daban lugar para distinguir la
belleza y los años, que, al parecer, no llegaban a los cincuenta ni
bajaban de cuarenta y cinco. Al menos de casi de casi todas ellas,
pues parecerme a mi que la mas joven debiese ser Susana, que su edad
frisaba mas cerca de los treinta.
Como
de norma todos los días nos reuníamos a comer, y hablar de nuestras
batallas del día a día, en un lugar llamado parking y alrededor de
la mesa cuadrada propiedad de el Caballero Antonio, valiente y de
noble corazón. En este dia que voy a relatar apareciese con su
enorme carro de color gris, el bien llamado caballero Vicente, ya
conocido por todos nosotros, pero en este año , pereceme distinto
pues quizá la historia cuente que fue imaginación, o locura pero yo
entendí en su bienvenida.....
-Yo
soy Vicentin, aquel que las historias
dicen que tuve por mi padre
al diablo
(mentira autorizada de los tiempos),
príncipe de la
Mágica y monarca
y archivo de la ciencia zoroástrica,
émulo
a las edades y a los siglos
que solapar pretenden las hazañas
de
los andantes bravos caballeros
a quien yo tuve y tengo gran
cariño.
Y, puesto que es de los encantadores,
de los magos o
mágicos contino
dura la condición, áspera y fuerte,
la mía
es tierna, blanda y amorosa,
y
amiga de hacer bien a todas gentes.
En el pueblo de
Villamarchant
donde estaba mi alma entretenida
en formar
ciertos rombos y caráteres,
llegó la voz doliente de las bellas
guerreras
que de sabañones le han salido en sus manos
Supe su
encantamento de las tan gentiles damas
encerrando mi espíritu
en el hueco
desta espantosa y fiera notomía,
después de haber
revuelto cien mil libros
desta mi ciencia endemoniada y
torpe,
vengo a dar el remedio que conviene
a tamaño dolor,
¡Oh tú, gloria y honor de cuantos visten
las túnicas de
acero y de diamante,
luz y farol, sendero, norte y guía
de
aquellos que, dejando el torpe sueño
y los buenos sofas, se
acomodan
a usar el ejercicio intolerable
de las carreteras y
pesadas
A ti digo ¡oh varón, como se debe
por jamás
alabado!, a ti, valiente
juntamente y discreto Lorenzo Andante
esplendor, de España ,
que para recobrar su estado primo
deberéis
trabajar en Domingo aunque sea hasta mediodia para que lo de los
sabañones se les cure, pues ese castigo
debéis
hacer por tan bellas guerreras
Y
en esto se resuelven todos cuantos
lo
que vos podéis hacer, pero tener por seguro que
de
su desgracia `pronto se recuperara
y a esto es mi venida..
-Tomaros
he yo -dijo Lorenzo Andante -, don Vicente , por una gran persona,
pero de ahi a mago , trecho hay, pero si hay que venir en Domingo sea
por tan noble causa, pero si no se le curan los sabañones juro que
os ato y no digo yo tres mil y trecientos, sino seis mil y
seiscientos azotes os daré, tan bien pegados que no se os caigan a
tres mil y trecientos tirones, Si los sabañones no se le curan. Pues
no salir un Domingo en moto, es como pedir que el cielo caiga sobre
mi persona, pero sea como vos deciis y vendré el Domingo con tal de
que a las valientes guerreras de sus manos desaparezcan esos malditos
y dolorosos encantamientos que sufren, llamado “sabañones”
A
lo que casi a la vez Maricarmen y Lola se lanzaron a decir.
,
por la mansedumbre de mi condición y la belleza de mi faz; y si por
mí no quieres ablandarte ni reducirte a algún razonable término,
hazlo por ese pobre caballero que a tu lado tienes; y curame estos
sabañones, digo, de quien estoy viendo el alma, que la tiene
atravesada en la garganta, no diez dedos de los labios, que no espera
sino tu rígida o blanda repuesta, o para salirse por la boca, o para
volverse al estómago.
Tentóse,
oyendo esto, la garganta el caballero andante y dijo, volviéndose a
Vicentin
Déjeme
vuestra grandeza -respondió -, que no estoy agora para mirar en
sotilezas ni en letras más a menos; porque. aunque no los gasto gasto,
trae delante de sí para ablandarme, sino un vituperio y otro,
sabiendo aquel refrán que dicen por ahí, que un asno cargado de oro
sube ligero por una montaña, y que dádivas quebrantan peñas, y a
Dios rogando y con el mazo dando, y que más vale un "toma"
que dos "te daré"?
Aprendo
mucho de en horamala a saber rogar, y a saber pedir, y a tener
crianza, que no son todos los tiempos unos, ni están los hombres
siempre de un buen humor. Estoy yo ahora reventando de cansado, pero
para que esta aventura culmine bien, para ambas yo vendré en Domingo
a Disber, y asi espero ver pronto esas manos como dignas de sujetar
esas transpaletas con la fuerza que tal batalla requiere.
-Pues
en verdad, amigo Lorenzo -dijo el caballero Antonio -, que si no os
ablandáis más que una breva madura, y que no habéis de empuñar
vuestra moto ¡Bueno sería que yo enviase noticia de que también
aquí estaré , si Vicentin no tiene a bien poner objeción , pues
dos caballeros hacen mas fuerza para tan loable interés.
-No,
en ninguna manera -dijo Vicentin-; aquí, en este instante y en este
lugar, ha de quedar asentado lo que ha de ser esto posible, y que
todos los aquí presentes diesen fe en futuros dias de que realmente
mi pronostico y magia es verdadero como la luna y el sol.
-Ea,
buenos amig@s -dijo Ana -, buen ánimo y
buena correspondencia al pan que habéis comido del caballero Andante
a quien todos debemos los buenos momentos que nos hace pasar y por su
buena condición y por sus altas caballerías. Yo yambien vendre, sea
por que tanto a Maricarmen como a Lola de esos sabañones se libren.
A
estas razones respondió con éstas disparatadas Antonio, que,
hablando con Vicentin le preguntó: -Dígame
vuesa merced, señor Vicentin: ¿cuando llegó aquí el buen
acogimiento que tiene el trabajo ? Pues empecemos luchando contra una
crisis y a fe mia que la estamos venciendo.
A
lo cual respondió Vicentin
-El
caballero Andante, amigo Antonio, es un ignorante pero un
grandísimo luchador: yo le envié en busca de vuestro amo, pero no
con recado de que vos trabajais en Domingo, solo debía venir el
llamado Caballero Andante, pero Si algo, tenéis o alguna cosa que
negociar con él, yo os digo y pondré donde vos más quisiéredes.
Y, por agora, acabad de dar el sí desta diciplinar, y creadme que os
será de mucho provecho, así para el alma como para el cuerpo: para
el alma, por la caridad con que la haréis; para el cuerpo, porque yo
sé que sois de complexión sanguínea, y nunca os a importado el
trabajar.
-Muchos
médicos hay en el mundo: hasta los encantadores son médicos
-replicó Antonio-; pero, pues todos me lo dicen, aunque yo no me lo
veo, digo que soy contento de venir a trabajar, con condición que
esos sabañones se deban curar, sin que se me ponga tasa en los días
ni en el tiempo; y yo procuraré salir de la deuda lo más presto que
sea posible, pues, según parece, al revés de lo que yo pensaba, en
efecto Ha de ser también condición que no he de estar obligado a
sacarme sangre con la diciplinar, y que si alguna hora de mas se me
han de tomar en cuenta. Iten, que si me errare en el número, el
señor Vicentin, pues lo sabe todo, ha de tener cuidado de contarlos
y de avisarme los que me faltan o los que me sobran
-¡Ea,
pues, a la mano de Dios! -dije -. Yo consiento en mi mala ventura;
digo que yo acepto la penitencia con las condiciones apuntadas.
Y
ya, en esto, se venía a más andar pues la hora de la comida ya se nos
estaba pasando. La tierra alegre, el cielo claro, el aire limpio, la
luz serena, cada uno por sí y todos juntos, daban manifiestas
señales que el día, que al aurora venía pisando las faldas, había
de ser sereno y claro. Y, satisfechas las guerreras de la
resoluciones tomada y de haber conseguido su intención tan discreta
y felizmente, se volvieron a su castillo, Disber con presupuesto de
segundar en sus batallas, que para ellas no había veras que más
gusto les diese que aunque el Domingo no es un día de batallas, los
habitantes de Disber irían todos a trabajar, pero que el caballero
Andante y Antonio el magnifico junto a Vicentin el encantador lo
harían por romper el malicioso encantamiento de los sabañones en
las manos de las siempre apreciadas guerreras transpaletistas,
Mariacarmen y Lola.
Una hostoria contada por LORENZO ANDANTE
Para el blog EL MOTERO QUIJOTE